He leido esta pequeña crónica en canalsolidario.org. Impacta la verdad. Es de un periodista ciudadano que cuenta en Bottup su particular infierno desde el conflicto armado en Darfur, Sudán.
Aqui os la dejo. Es un territorio que no nos pilla tan lejos
Kyriakos Giaglis/Bottup (*) (16/08/2008)
Los ataques del pasado 8 de febrero en Darfur Oeste han destrozado los pueblos y los campos de desplazados de Seleia, Sirba y Abu Shuruj. Un mes más tarde conseguimos volver a tener acceso a la zona. Cuesta describir la vista. Desde el helicóptero se ven las casas quemadas y gente sentada bajo los árboles. Aterrizamos unos 3 kilómetros más lejos. Cuando llegamos los niños se asustaron y empezaron a correr, les da miedo la gente que no conocen, sobre todo tras las atrocidades vividas recientemente. Donde antes había casas, queda sólo arena y restos. Todavía huele a quemado.
La comunidad humanitaria instala carpas, así las familias tienen dónde dormir. Instalamos el equipamiento. Hoy vinimos a medir el nivel de malnutrición a niños menores de 5 años. Somos un grupo de 5 personas, 2 expatriados y 3 sudáneses. Es imprescindible que haya sudáneses en el grupo puesto que hablan árabe, conocen la cultura local y no dan miedo a la gente. Juntamos la gente, les explicamos qué queríamos hacer y empezamos a medir.
Alrededor del campo está instalada la unidad militar que atacó la zona. Un helicóptero pasó justo encima de nosotros, unos minutos después de nuestra llegada. Los niños empezaron a llorar, los mayores estaban tranquilos. Sin embargo no les iban a atacar más, la zona esta bajo su control ahora. Era simplemente una muestra de fuerza. Estuve pensando qué puede significar para la educación de un niño crecer entre armas, militares, violencia, guerra, etc. ¿Qué será lo que estos niños querrán ser de mayores? ¿Cómo ven su futuro? Hoy en día en el planeta hay alrededor de 300.000 niños soldados con edades entre los 11 y los 17 años. Sudán es uno de los países con mayor número de niños soldados en el mundo.
La personalidad va después
Te sientes, en todo caso, muy 'incomodo' cuando alguien te apunta con un arma. Mucho más si es un niño. Ésta es la imagen más terrorífica a la que me he enfrentado hasta hoy. Imaginad niños armados sobre coches de los cuales han quitado el techo y han instalado bases para sus armas. Estos vehículos corren entre los pueblos y los campamentos. Pocos minutos después, representantes de la unidad militar vinieron a 'conocernos'. Es un control habitual, incluso te dan la mano. Está claro que hay un montón de dilemas éticos en este trabajo y de ellos cuales es éste.
¿Das la mano a los que han matado a personas inocentes? ¿A los que han quemado sus casas? ¿A los que violan a las mujeres cuando encuentran la oportunidad? ¿Y si no la das? Pones en peligro tu seguridad, en el peor caso. En el mejor, creas problemas en tu trabajo, en tu programa... En este momento eres profesional primero y tu personalidad viene después. No te representas a ti, sino a tu organización y sus objetivos. Así, di mi mano. Pensé que debería guardar algo para mí y no sonreí. Los civiles no pueden alejarse de allí. En ocasiones violan a las mujeres si se alejan de los campos para llevar agua a sus familias. Dos soldados violaron una niña de 12 años, otros tres violaron a una mujer que se atrevió a alejarse unos metros, según nos han contado los habitantes.
El campamento es una auténtica cárcel. La comunidad humanitaria puede hacer algunas cosas, pero no puede cambiar la situación, su capacidad es limitada. La comunidad internacional no tiene interés en cambiar la situación, o incluso peor, parte de ella tiene interés en mantenerla como está.
La rutina de las atrocidades
Cuatro horas más tarde, los 100 niños que medimos eran suficientes para darnos una imagen del nivel de malnutrición. Los resultados fueron relativamente positivos: la mitad de ellos en riesgo de malnutrición y 'sólo' dos malnutridos. Me acerqué a la oficina que teníamos en el pueblo. Faltaban hasta las puertas. Vehículos, muebles y equipamiento habían 'volado'. Sólo quedaban las paredes y alguna documentación por el suelo. Habían reventado la caja fuerte. Para mí todo eso era secundario, sin embargo, comprendo la reacción de mi compañera... había trabajado meses en este programa. El mayor problema es la rutina. Eso es lo que me preocupa a nivel personal. Al principio vienes con energía para cambiar algo, pero transcurre el tiempo, ves los helicópteros volando para bombardear, los disparos, las noticias de las violaciones y las demás atrocidades... y se convierten en algo habitual en tu mente. Pierdes el sentido inicial que tenías sobre la muerte de los humanos y, conscientemente o no, piensas que lo que está ocurriendo es lo normal... o quizás menos malo de lo que pensabas antes de llegar. Te acostumbras. Formas parte de ello.
(*) Kyriakos Giaglis forma parte de la red de periodistas ciudadanos de Bottup, un medio de comunicación social online que reune una red social de ciudadanos y ciudadanas interesados en las diferentes realidades que les rodean.
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